¿De qué y de quién estamos hablando?

06.04.2011 10:23

 

José Luis Bernal y Tatiana Gayán. Profesores de la Universidad de Zaragoza. Nº 409 Cuadernos de Pedagogía.

 

La percepción de la atención a las características personales del alumnado, ha ido progresando a lo largo de la historia de la educación, hoy en día el conjunto que conforma el alumnado se entiende como diversidad, realidad por fin aceptada. Dentro de esta diversidad, evidentemente nos encontramos con los alumnos con altas capacidades. Tres leyes destacables que hacen referencia al tema han sido y son: la LOGSE (1990), la LOCE (2002) y la LOE (2006). La primera de éstas, considera a las personas de estas características como alumnos con necesidades educativas especiales asociadas a condiciones personales de sobredotación intelectual; la segunda ley nombrada, reconoce a estos alumnos como superdotados intelectualmente; y la tercera, los designa como alumnos con altas capacidades. A partir de estas denominaciones, es inevitable plantearse el hecho de porqué es necesario etiquetar y marcar predeterminadamente a las personas que tienen características “poco comunes”. Estas etiquetas varían según países, por ejemplo en Europa, se denominan a las personas con estas características como superdotados o personas con talento; y en los países nórdicos, no los etiquetan, con el objetivo de no marcar ni clasificar a las personas y de atender verdaderamente sus necesidades.

Concretamente, nuestro sistema educativo ha ido progresando de manera tranquila aunque no falto de esfuerzos por conseguir una educación de adecuada a todos. Realmente, nuestro sistema educativo, se ha centrado sobre todo en la promover y normalizar la flexibilización en el marco educativo de los llamados superdotados. Paulatinamente, se van abriendo puertas a una educación inclusiva, donde todo el alumnado, tenga las características que tenga, sin ser enmarcado, tenga espacio en la escuela y goce del derecho de una educación de calidad, por el hecho de ser una persona. Para ello, creemos que lo primero es la aceptación y comprensión de cada persona tal y como es, es decir, tolerancia, que engloba a la aceptación, comprensión y respeto. A partir de ahí, habrá lugar y equidad para todas las personas de la escuela, y a partir de ahí se podrá hablar de una comunidad educativa promovida por cooperación, superación, compromiso, libertad, responsabilidad, etc.

Precisamente, el alumnado con altas capacidades, ha sido algo “olvidado” en el sistema educativo, ya que se ha solido atender “especialmente” al que destaca negativamente, tanto en dificultades de aprendizaje, tanto en el ámbito social, etc. Poco a poco, se han ido “escuchando” sus necesidades individuales, como toda la diversidad las tiene. Incluso, a las persona “sobredotadas”, se les han atendido como sujetos con dificultades de aprendizaje, sociales…, debido a que sus necesidades educativas han sido ignoradas y/o no han tenido una buena respuesta, causando un déficit motivacional importante, y consecuentemente problemas personales, desinterés académico, o dificultades de socialización. En muchos de los casos, estas personas han estado marcadas por tópicos como la “rara”,  la “marginada”, la que tiene problemas en clase, la “diferente” (sí, todos lo somos, pero tendemos al borreguísimo, y nos asombramos, etiquetando a la persona poco común), etc. Gracias al progreso del concepto de la educación y de la persona en sí, cada día estamos más cerca de que estas realidades no ocurran.

Decir tiene, que cada vez estamos más cerca de una escuela inclusiva, pero también decir que es todavía un gran reto. Mayoritariamente, vivimos entre el “ser yo más que”, entre modas (de todo tipo, no sólo estéticas) que si no las cumples eres poco común y eres “extraño”, vivimos también en un ambiente egoísta, intolerante ante las personas, entre superficialidad… (principios que estás lejísimos de los que se necesitan para lograr una escuela donde todos estemos incluidos). Simultáneamente, la Administración exige la superación por parte del alumnado de una serie de conocimientos académicos ya establecidos desde el exterior y desde arriba, basados en estereotipos, con se debería de entender descontextualizadamente, que todo el alumnado es igual y tiene las mismas necesidades, intereses, circunstancias…, todo ello conlleva a que el profesorado esté “agobiado” para que su alumnado supere esos contenidos académicos, de la forma más fácil, despreocupándose de otros contenidos que creemos básicos y de muchísima más relevancia desde nuestro punto de vista.  Esto se acompaña, de la falta de profesionalidad y compromiso (por tanto, falta de reivindicación y acción por su alumnado) de gran parte del profesorado.

Las actuales medidas de “inclusión” para la atención a las necesidades del alumnado con sobredotación intelectual, son medidas contradictorias, donde se vuelve a encasillar y a separar: otra enseñanza diferenciada, subir de etapa educativa o atención individualizada. Esta última medida, si pretendemos una escuela inclusiva, es la que tiene más coherencia con lo que aspiramos, siempre y cuando sea dentro del grupo y desde una perspectiva global de enriquecimiento propio y común. Para que las necesidades del alumnado tengan una respuesta acertada, para las capacidades se abran y se desarrollen con éxito, para el desarrollo pleno e íntegro de la persona y para que la educación-enseñanza-aprendizaje tuvieran significatividad, sería necesario moverse con metodologías innovadoras, realmente contextualizadas, creativas y flexibles.